Animal Plastic - Capítulo 2: Percy el perro

Por Gustavo Ruiz

Los pasajes de Lima abrumaban con indiferencia a Percy y su jauría. Una ciudad tan agitada y poblada no puede permitirse ser generosa con los caninos sin hogar. Pero sí lo pueden sus residuos. Los restos de comida que, al ser orgánicos y una de las pocas cosas que realmente hay que botar, abundarían y serían predominantes.

Esto era, al menos, lo que creía el cocker de pelaje beige y ojos negros como las bolsas grandes que estaban posadas en la puerta de cada edificio, cuales ofrendas a los dioses del desperdicio.

Calle de noche llena de bolsas de basura

¿Dónde está la comida? Solo hay cajas, botellas, y bolsas más pequeñas. Pensé que lo plástico lo ponían aparte para reciclarlo. – Discernía Percy.

Mira todos estos frascos. Canela, orégano, sal. ¿Me estás diciendo que cada vez que van a usar estos condimentos van a comprar otro frasco? ¿Por qué no llevan un frasco de vidrio para que se los llenen con lo que necesitan cada vez que van a comprar? – Respondió Teresa la terrier.

Frasco de vidrio flotando en el espacio sideral

- Supongo que les da flojera.

- Pero es un esfuerzo mínimo.

- Supongo que les da vergüenza.

- Pero su planeta está colapsando.

- Supongo que son suicidas.

Un chico joven, con una mochila negra que adornaba su espalda, cargaba un empaque de yogurt – para variar de plástico – que ahora solo era un homenaje al alimento que residió en él pues el yogurt ya estaba consumido. Procede a botarlo al suelo y seguir con su vida.

¡Maldita sea! ¿Tremendo empaque para solo 166g? ¿Tienes idea de lo que contaminas? – Ladró Teresa disgustada.

¿Has oído hablar del zero waste? Complementó Percy.